Educar

 

Educar implica un compromiso con el otro, una complicidad con el niño o la niña que tenemos delante. “Neutralizar el poder letal de las fronteras” y empezar a sentirnos “siempre de la otra parte” y a ponernos “siempre del lado de la otra parte” (Pérez de Lara, 2001:295-296). Sabernos cómplices del otro, por encima de miembros de una institución. Ver en él la capacidad en lugar de la incapacidad. Y ese compromiso debe basarse en el reconocimiento de sus saberes y capacidades, el desarrollo de estrategias didácticas adecuadas y un conocimiento profundo de cómo opera la sociedad. Porque si educar es liberar, es necesario que como educadores seamos capaces de hacer ver a nuestro alumnado cómo puede luchar para que se reconozcan sus derechos.

[Calderón Almendros, I. (2014). Educación y esperanza en las fronteras de la discapacidad. Ediciones Cinca, Madrid, pp. 136-137].

 

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