Educación Inclusiva ¡Ya!

Comenzamos hace unos meses a reunirnos sin más pretensiones que la de sostenernos en tiempos de pandemia. Escuchar lo que tenía que decir la ciudadanía acerca del sistema educativo. Lo que pasa y lo que nos gustaría que pasara en las escuelas, con el convencimiento de que tenemos que conversar, y particularmente necesitamos escucharnos.

Convocamos a través de las redes a lo que llamamos “Conversaciones sobre la escuela (inclusiva)” y para nuestro asombro tuvimos que limitar los participantes cuando llegamos casi a 250, el máximo que soporta la plataforma virtual que íbamos a utilizar. A partir de ahí se fueron sucediendo los encuentros de familias, estudiantes, profesionales, equipos directivos, investigadores e investigadoras y finalmente los portavoces de los principales grupos parlamentarios en la Comisión de Educación y F.P. del Congreso de los Diputados. Los diálogos han constituido una hermosa forma de constatar que nos necesitamos, y que juntos podemos hacer mucho más de lo que conseguimos por separado.

Esta semana el proyecto ha dado un pasito más, tras mantener una reunión con miembros del Gabinete de la Ministra de Educación y el Secretario de Estado. Y quiero agradecer y destacar las intervenciones que hicieron en ella Carmen Saavedra, en representación de las familias; María José G. Corell, llevando la voz de los profesionales de las escuelas; y sobre todo a Jorge Osa, representando a los estudiantes. No voy a entretenerme en describir los pormenores de la reunión, pero Carmen, María José, Jorge, Teresa Rascón y yo mismo tratamos de trasladar experiencias, reflexiones y propuestas emanadas de las conversaciones de gente común. Nos dijeron que lo que contábamos estaba cargado de determinación y convencimiento. Sabíamos que íbamos con el respaldo del diálogo, y con la autoridad moral que da la defensa de los derechos humanos. Carmen llegó a decir que este sistema había que derribarlo y hacer uno nuevo. Solo una madre es capaz de decir tal cosa en un entorno como aquel sin que las interlocutoras no se sintieran agredidas. Ella misma junto a María José mostraron que hay muchas escuelas en eso que llamamos «escuela», y que las autoridades tienen que volcarse para que todas ellas asuman su papel en la lucha por la justicia social. No puede ser que sigamos con el debate de si es o no lo correcto que toda la infancia se eduque unida:

Debatir acerca de los beneficios de la educación inclusiva puede ser equivalente a debatir acerca de los beneficios de la abolición de la esclavitud o del apartheid. (UNESCO, Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020)

No sé la incidencia que pueda tener una reunión como esta, que alguien del Ministerio calificó de «oasis» por su autenticidad. No lo sé. Pero sí que sé el valor que han tenido las Conversaciones mantenidas entre los meses de Mayo y Junio de esta año, mientras estábamos confinados en nuestras casas. Hemos crecido dialogando, y en esos intercambios hemos reconstruido la cultura. De eso se trata. De continuar hablando para hacer que la escuela sea un lugar en el que aprendamos a vivir juntos.

Solo añadiré a este texto unas reflexiones sobre la intervención de Jorge, el joven estudiante que nos acompañó. La responsabilidad con la que participó en aquella sesión no soy capaz de describirla. Habló de su deseo en Primaria de estar en la escuela más allá de los dispositivos de control añadidos que los adultos ponemos a algunas personas que se salen descaradamente de la norma: los apoyos, tal como los entendemos, a menudo son barreras. Jorge contaba que quería estar junto al resto de sus compañeros y compañeras, pero también junto al docente de referencia de la clase, y él percibía que el apoyo estaba impidiendo que eso ocurriera. Contó que un día tuvo que decirle –»¡con tanta pena!»– que por favor no fuese al día siguiente para poder estar con el resto. Eso contó. No sé lo que pensarían las asesoras que había en la reunión. Tampoco lo que sentirían. Puedo hablar de lo que viví yo, y sorprendentemente no fue desgarro, sino alegría. Porque un solo niño estaba poniendo en jaque al sistema educativo ante el Ministerio de Educación.

Pero Jorge no vino solo a contar lo que le había dolido de la escuela. Después de eso les habló de sus vivencias en el Instituto, deslumbrantes y cargadas de alegría. Un mismo niño y dos realidades diametralmente opuestas. Sin embargo, una vez terminada su exposición se dio cuenta de que contar su experiencia en la escuela –que no es una, sino muchas– no era suficiente. Antes de marcharse, necesitaba hacer ver algo: el tiempo de su vida que la escuela había desaprovechado. Podría parecer algo sin importancia, la conclusión atropellada de un adolescente, pero de ninguna manera fue así: la reflexión venía tras haber narrado la felicidad que vive hoy en su instituto con sus docentes, después de la travesía en el desierto que significó su paso por la Primaria: «tiempo perdido».

¡Tiempo perdido!

Lanzó esas palabras allí, en la reunión. Las arrojó cargadas de aire, como si quisiera empujarlas fuerte y que así llegasen desde su casa hasta el Ministerio. Un grito desgarrador a la par que sosegado. Esa tensión entre calma e impaciencia me estimula por saber más. Hay un mundo entero en cada ser humano, y nuestra tarea como docentes es la de explorarlo, descubriendo sus maravillas. Eso es algo que está en las antípodas de la obsesión por los estándares de aprendizaje. Quiero darle las gracias públicamente por ayudarme a verlo con claridad.

Jorge dijo –sin tener que decirlo– que si las escuelas excluyen es porque no hemos decidido con la suficiente energía que sean para todos y todas. Eso explica que él mismo haya experimentado las dos realidades. Hay que gritarlo cargando las palabras de aire, para que llegue al Ministerio, pero también a toda la comunidad educativa: Educación Inclusiva ¡Ya!


Quiero agradecer al Ministerio de Educación su atención para recibirnos, y el valor que ha dado a lo que gente común ha dicho durante estas semanas de trabajo colectivo. Y quiero felicitar a todas esas personas que se dieron cita cada martes para participar en estas conversaciones, porque sus palabras nunca fueron en vano. Siempre fueron valiosas, a pesar de que no fuesen suficientemente escuchadas. Gracias por cada palabra, y también por cada silencio en el que se escuchó otras palabras. Y gracias a todo el Equipo del Proyecto de Investigación «Narrativas emergentes sobre la escuela inclusiva desde el Modelo Social de la Discapacidad. Resistencia, resiliencia y cambio social» (RTI2018-099218-A-I00), por hacer posible aventuras como esta.

Comparte:

10 comentarios en «Educación Inclusiva ¡Ya!»

  1. Me conmueve hasta las lagrimas que los alumnos nos tengan que gritar lo que debemos hacer como profesionistas, padres y autoridades.
    No es posible que sigan esperando a que nos pongamos de acuerdo.

  2. Me parece algo urgente, que los gobiernos se pongan de acuerdo para poner esa ley y ser algo real para todas las personas que están al mangen de los colegios

  3. Enhorabona por vuestra implicación.
    Me conmueve y emociona vuestra preocupación por la escuela viva.
    Seguid Adelante!.
    Gracias.

    1. El encuentro no se grabó. Sí que están disponibles las conversaciones que se hicieron previas al encuentro (puedes acceder a ellas a través del enlace del post) y esperamos que en breve estén publicadas las propuestas. Las compartiremos en las redes. Saludos y gracias por el interés

  4. Gratamente movilizadora la actitud, así debe ser. Como docente sentimos que es poco lo que se hace en el aula, o a través de la maestra itinerante que visita nuestra escuela. Qué gran tema el de la «Inclusión», palabra que denota una ambivalencia….si estoy de un lado o de otro. Estoy realizando el curso de Directores, tema: Las políticas educativas de inclusión como derecho humano. Desde Uruguay….un abrazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *